Por: Claudia Valle
Si buscas el término catarsis en el diccionario, probablemente te encuentres con una definición que diga algo como “purificación, liberación o transformación interior suscitadas por una experiencia vital profunda”. Si haces una rápida búsqueda en tu navegador favorito, es seguro que los resultados sean cientos, miles. Para el actor estadounidense Shia Labeouf, esta palabra tiene nombre y apellido: Honey Boy.
Dirigida por Alma Har’el, Honey Boy narra la historia de un joven actor llamado Otis, quien, tras ser arrestado por conducir en estado de ebriedad, es forzado a ir a terapia psicológica, tras lo cual se verá obligado a recordar los fantasmas de un pasado desea dejar atrás. Mediante dos líneas narrativas —la del Otis del presente (Lucas Hedges) y la del Otis del pasado (Noah Jupe)—, conocemos sus inicios como actor desde dos perspectivas: la cara que da ante las cámaras, y su vida personal, llena de violencia intrafamiliar.
Si bien, esta podría ser la sinopsis de una película más de drama dentro del catálogo de Hollywood, Honey Boy tiene una remarcada diferencia: está basada en las experiencias personales de uno de sus protagonistas, Shia Labeouf (quien interpreta a su propio padre en la cinta), como un actor que comenzó su carrera desde una edad muy temprana. No ahondaré mucho en las notables referencias que hace Labeouf a esta etapa de su vida y cómo lo llevaron a ser quien es en su fase adulta, pues es básicamente toda la película, dado que es, sin dudas, un filme autobiográfico; pero aquí está un pequeño artículo al respecto que hizo la revista Popsugar. Basta decir que fue el mismo actor quien escribió el guion.
Y hablando del guion, es uno de los puntos fuertes de la película, pues logra mantener la atención del espectador en todo momento al estar lleno de diálogos sencillos pero contundentes que van de un momento íntimo, e incluso enternecedor, a uno dramático en cuestión de segundos. Además, se utilizan estas líneas como recursos comparativos entre el Otis adulto y el niño, como para dejar claro que las vivencias de la niñez pueden quedar fuertemente grabadas en cualquier persona, aun habiendo crecido.
La historia gira alrededor de un padre que lucha por dejar atrás su historial de drogadicción y felonías, mientras intenta impulsar la carrera de su hijo de doce años, al que quiere ver triunfar en la actuación como él nunca pudo hacerlo. Mediante esta relación padre-hijo, se tocarán temas como el divorcio, la violencia intrafamiliar normalizada y el significado de la masculinidad y las muestras de afecto.
A lo largo de la cinta, vemos la lucha interna que tiene Otis con respecto a su padre. Por un lado, desea estar a su lado y aprecia los momentos en los que conviven sin una discusión de por medio; y por el otro, lidia con un hombre al que le da vergüenza tomar su mano en público, quien le dice “límpiate la cara, no llores frente a mí”, y aleja a cada persona que puede representar una buena influencia y una relación sana en la vida de Otis. Así, observamos cómo estas experiencias de la niñez repercuten en la juventud de del protagonista, cuando, en terapia, confiesa: “la única cosa de valor que me dio mi padre, fue dolor”.
Con impecables actuaciones y una fotografía espectacular, Honey Boy es una cinta que no te puedes perder si eres amante de las películas de drama, autobiográficas o coming of age. Este filme es una mezcla perfecta de estos tres factores. Honey Boy capta la esencia de un mundo que muy pocos conocen de primera mano: la experiencia de un niño que deja atrás la oportunidad de tener una vida común y corriente para hacerse de un nombre en ese monstruo llamado Hollywood, mientras lidia con un padre drogadicto y ex convicto que no hace nada por mostrar el afecto que tiene hacia su hijo. Acciones que, años después, repercuten para mal en su etapa de joven adulto y que, sin embargo, está intentando dejar atrás para encontrarse a sí mismo.